
La hostia y esa mancha en el techo...
Existe esa parte del trabajo que rara vez se cuenta.
No es el de las llaves entregadas con una sonrisa, los huéspedes contentos o las críticas de cinco estrellas.
Es la que empieza cuando miras hacia arriba... y ves una mancha en el techo.
Pequeño al principio. Luego un poco más ancha. Siempre ahí, encima de la cama.
Empieza la maraña: haz una foto. Escribe al administrador. Llama. Envía otra foto. Luego un PEC. Luego otra llamada. Y como siempre, la respuesta es vaga: "Sí, lo sabemos... pero arriba hay una situación complicada. La propiedad está bloqueada por asuntos pendientes. Tendremos que esperar".
Entonces, de repente, algo parece moverse.
Vienen a ver la mancha. Una vez, luego otra.
Llega el administrador, luego los constructores, luego el asegurador. Vuelven en grupo. Comprueban, evalúan, toman medidas. Parecen dispuestos a intervenir.
Te dicen que harán algún trabajo.
Pides confirmación, preguntas, intentas averiguar si realmente se ha arreglado la fuga.
Dicen que sí. O eso parece.
Entonces te mueves.
Te organizas para arreglar el techo.
Llama a alguien, consigue una capa de blanco.
Te dices a ti mismo que se acabó, que todo puede terminar ahí. Que ese halo en el techo por fin es sólo un recuerdo.
Pero no.
Al cabo de unos días, la mancha reaparece.
La misma zona. La misma molestia sutil.
Como una cicatriz que no se cura. Y cada vez te recuerda que la cura prometida era sólo un parche.
Te encuentras haciendo malabarismos entre el administrador del edificio y los huéspedes
Tú te encargas de todo lo demás: limpieza impecable, ambiente acogedor, cada detalle en su sitio.
Porque aunque no dependa de ti, la responsabilidad recae en última instancia en ti.
Cuando alquilar también significa mediar, esperar, sufrir
Los que piensan que alquilar es fácil, o que todo son beneficios, a menudo no ven estas cosas.
- los mensajes no leídos del administrador,
- las respuestas que llegan una de cada tres veces, cuando llegan,
- llamadas telefónicas hechas con paciencia,
- intentos de conciliación,
- meses en los que nada cambia,
- los porcentajes que deja a las OTA, a menudo entre 15% y 20%,
- gastos de gestión de los administradores de fincas, que oscilan entre 20% y 30%,
- la imposición sobre los alquileres, que puede llegar a 26% con el cedolare secca,
- personas a las que pagas para que te sustituyan cuando simplemente no puedes estar allí en persona.
Llevar una casa no es sólo cuestión de limpieza y hospitalidad.
Es una cadena de decisiones, delegación, confianza, presencia constante. Incluso cuando estás lejos. Incluso cuando no estás a la vista.
Y entonces... ¿cómo convertir un imprevisto en una oportunidad para contar cuánto cariño hay, incluso detrás de una limitación?
¿Sinceramente? No sé...
O al menos... no creo que haya una receta única y absoluta.
Por ahora, he optado por dejar una nota en la mesilla de noche.
Un mensaje sencillo y personal.
Le explico que somos conscientes del problema, que lo sentimos sinceramente y que estamos haciendo todo lo posible para solucionarlo.
Porque los que llegan deben sentirse bienvenidos, no abandonados ante un detalle fuera de lugar.
Si te ha pasado algo parecido, o si se te ocurre alguna alternativa que pueda funcionar, o acelerar la solución... Escríbeme en los comentarios.
La comparación y la creación de redes son lo mejor que podemos construir.
Gracias por leer todo el artículo.